La Vocación

Nuestra vida es un proyecto sublime de Dios, somos colaboradores de un Dios Creador, llamados a la trascendencia. La primera iniciativa es de Dios y la segunda es de la humanidad que decide responder desde lo profundo del corazón a esta iniciativa primera.
Si ya estás en búsqueda, con interrogantes e inquietudes, ánimo porque es señal de que tu vida quiere adquirir un sentido. Déjate iluminar por la experiencia de Francisco de Asís preguntando en tu oración a Jesús como él lo hacía:

"Señor, ¿Qué quieres que haga?"

Ser creyente

Con la confianza puesta en Dios, reconocer que nuestra vida es una historia de salvación en la que Dios se revela en Jesús y quiere hacerse presente como guía y compañero de camino para encontrar la felicidad.

Ser un orante

La comunicación constante con Dios es indispensable para escuchar su voluntad. La oración es el espacio de diálogo con Aquel que ha puesto su mirada en nosotros.

Estar disponible

Una actitud de disponibilidad y apertura nos prepara para vivir con entusiasmo ahí donde Dios nos quiere; aceptando los nuevos planes y proyectos que el Señor nos propone como forma de vida.

Ser realista

Vivir con los pies puestos sobre la tierra para que desde nuestra realidad personal de límites y capacidades seamos capaces de descubrir la voluntad de Dios en los retos que lanza la humanidad y así asumirlos con responsabilidad.

Aceptar el riesgo

Debemos situarnos con optimismo de cara al futuro, conscientes de las exigencias que implica darle un sí a Jesús, con la certeza de que Dios cumplirá en nosotros su promesa de salvación.

Ser trabajador

Seguir a Cristo mediante el trabajo es el signo de esperanza que habita en nosotros para comprometernos con la vocación a la que hemos sido llamados; asumiendo responsabilidades y las consecuencias del propio actuar.

Exigente en la manera de vivir

El compromiso con el hermano necesitado y abandonado es la manifestación de la grandeza de nuestra vocación. Todo discípulo de Jesús está llamado a dejar huella en los demás a través de lo que hace y dice.

Responsable en la búsqueda

La vocación exige tener inquietudes suficientes, pero también tomarse tiempo para encontrar el lugar que se nos tiene reservado en la construcción del Reino en el discernimiento serio y profundo.

Ser maduro

Para abrazar una vocación que supone la entrega total, se requiere ser persona en camino de madurez, capaz de aceptarse a sí mismo y a los demás en las verdades y contradicciones del ser humano.

Ser alegre

La alegría expresada en lo cotidiano es la mejor garantía de que se está viviendo con autenticidad la propia vocación. Si el llamado que se siente no llena de alegría, es signo de que la búsqueda debe continuar.

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